La FIFA llama a movimientos dentro del fútbol en búsqueda de la igualdad. Un falso espejismo que acaba cuando hay dinero de por medio, como con Qatar, el mundial de la vergüenza


Viñeta sobre el Mundial de Qatar con cadáveres bajo el césped del estadio // Vía @malagonhumor

COLUMNA | MANUEL SÁNCHEZ FLORES

Cada día en el que se destapan escándalos de la FIFA y Qatar retumban en mi cabeza las mismas palabras de Gianni Infantino, presidente del órgano futbolístico. Un discurso populista en el que se vanagloriaba de ser el líder de una labor mesiánica en una arena qatarí en la que corren ríos de sangre sobre una fachada levantada sobre cadáveres.


«Cuando le das trabajo a alguien, incluso en condiciones difíciles, le das dignidad y orgullo. No es caridad. No haces caridad», aseguró Infantino. Y claro que no lo hacían, la única garantía que ofrecían es la de la explotación laboral a través de la kafala, sistema de esclavitud en pleno siglo XXI.


Y si no que se lo digan a Gita Devi Mandal, viuda de Bikru Mandal o Goma Magar, de Bhupendra Magar. Testimonios de familias rotas sumidas en un dolor insufrible al que le da voz La Media Inglesa en el segundo episodio de la serie ‘Qatar: El Mundial a sus pies’. Como ellos, multitud de casos, víctimas del tablero geopolítico en el que se ha convertido el fútbol. No hay ni habrá dinero en el mundo que pueda devolverles a sus seres queridos. 


Esta es la respuesta de cómo Qatar se ha transformado urbanísticamente para convertirse en sede mundialista en tiempo récord, a costa de vidas perdidas. El modelo de esclavitud se aprovecha de la situación de lugares como India, Bangladesh y Nepal (epicentro de migrantes a suelo qatarí) con economías rotas y altos índices de pobreza para conseguir mano de obra barata a cambio de condiciones tercermundistas.


Por eso, Infantino evade la realidad desde el sillón. El ser humano es un número cuando el dinero entra en juego. El juego de la hipocresía de la FIFA, que señaló que solo fallecieron 37 personas (tres por las obras) en Qatar, pese a que The Guardian desarrolló a posteriori que la cifra alcanza las 6.500 muertes.


Pero qué íbamos a esperar de una organización que dimitió frente a la corrupción y el poder del dinero para vender su alma al diablo de la dictadura qatarí, reflejado con el FIFA Gate en 2015. Hubo cambios a partir de aquel punto de inflexión en el que rodaron cabezas, sí, pero siguió la misma línea continuista al anterior comité. Nadie canceló la celebración del torneo en el Golfo Pérsico.


Esa inacción dijo mucho más que cualquier acción o medida tomada. Un juego de hipocresía discernible a diario. De cara al público, la Federación Internacional de Fútbol Asociación lanza campañas sobre igualdad o racismo. Mero populismo. El Mundial será en una sede aberrante en la que las mujeres no son libres, se persigue al colectivo LGTBI y se denigran los derechos humanos.


Nada cambiará y todo se olvidará con el pitido inicial del Qatar-Ecuador, partido inaugural del torneo de selecciones del que, por cierto, ya hay medios que apuntan a intentos de amaño. Como consuelo, nos queda la gran labor de La Media Inglesa o The Guardian, entre otros. 


El buen trabajo de estos medios ha limitado el sportwashing de los jeques, que mezcla una cobertura futbolística sensacional con un sobresaliente periodismo de investigación y de denuncia social. Todo ello ha generado una presión nunca vista a lo largo de la historia que puede ser fundamental para la construcción de los primeros cimientos de cambios en el país.

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